miércoles, 20 de junio de 2007

Ni rodillos ni chanchullos: Hacia una nueva ley electoral

Izquierda Unida con Falange, Esquerra con el PP, el PP con el PSOE y todos estos partidos con formaciones locales harto sospechosas, son algunos de los pactos que han dejado tras de sí las últimas elecciones municipales y autonómicas.

Si un voto mío acabara apoyando a Falange, les prometo que jamás perdonaría tal traición. Y a cualquier falangista le sucederá igual, supongo. Pero lo cierto es que este sistema de pactos post electorales propicia el chaqueteo, el amiguismo, la venganza personal y el juego de intereses como base de negociación, al margen de los legítimos intereses de los propios votantes.

¿Debería cambiarse, pues, nuestro sistema electoral? A mi juicio sí, sin duda.

Modelos para inspirarse hay. En Italia, tras la nueva reforma electoral, la lista más votada obtiene el llamado “premio de mayoría” lo que le concede el 55% de los escaños. En Alemania, el voto doble sirve para apoyar a una coalición y determinar el reparto de poder entre los partidos que la conforman. Y están las segundas vueltas.

¿Significaría ello condenar a las listas minoritarias, rendirse al bipartidismo? No.

Pero tampoco tiene lógica que pequeños partidos, en su condición de “bisagra”, puedan decidir los designios de una ciudad, una autonomía o una nación. Se trata de devolver a cada formación su representación real según sus resultados obtenidos.

La solución consiste, tal y como se hace en buena parte de Europa, en integrar grandes coaliciones. Una coalición no es más que la personificación de una serie de pactos –de programa, de reparto de carteras, etc...- entre varios partidos para presentarse de forma conjunta a unas elecciones. O sea, lo mismo que nosotros, pero creando las alianzas ANTES Y NO DESPUES de ser elegidos.


Sin embargo, aquí grandes y pequeños prefieren pactar caso por caso con quien en cada momento más convenga, aún con el Diablo, favoreciendo chanchullos y desencantando cada vez más un electorado que apenas se siente representado en estos tejemanejes.
Lo dicho, hay que cambiar, y con urgencia, la ley electoral.
[tags]ley,electoral,municipales,autonomicas,chanchullos,pactos[/tags]

8 comentarios:

  1. Lo que hay que cambiar son los partidos desde dentro. Hacerlos (más) democráticos y transparentes. Volver a recuperar la ciudadanía en los asuntos públicos y mejorar el control de los acuerdos.

    Ah... y el reparto de escaños en vez de por la ley de hont, proporcionales. Verás que risa.

    ResponderEliminar
  2. El problema Javier es que los partidos no cambiarán mientras no cambien las personas. Y eso, amigo mío es muy, muy difícil.
    Por tanto, cualquier esfuerzo por adaptar el sistema electoral para que resulte más representativo debería ser prioritario.
    Y sí, un sistema proporcional sería mucho más justo. Aun así, mi modelo sigue siendo el alemán.

    ResponderEliminar
  3. Yo hoy me he enterado que los míos son una amenaza, pues todos los interventores intentan de convertir los votos en blanco en nulos

    ResponderEliminar
  4. Querido Bernardo.
    Creo que hemos de considerar que tenemos una democracia reciente, y por consiguiente, una cultura democrática bastante joven e inmadura. Estoy de acuerdo contigo en que el sistema actual tiene muchas grietas y en que para ello debe avanzar nuestra cultura política. Yo que me he dedicado a esta lides hace unos años, puedo decirte que no es lo mismo hacer hacer política en un pueblo, en una ciudad, en una Comunidad, y mucho menos, en el Estado.
    Para mí, por ejemplo, la política municipal tiene mucho más de gestión que de componente político. Y ahí es donde deberíamos hacer hincapié en la participación ciudadana, al margen de siglas, empezando por núcleos pequeños. Quizás así tomaríamos conciencia de qué es esto de la "cosa pública", de las dificultades y las satisfacciones que entraña, e impulsaríamos una reforma del sistema desde la base. El día a día de los parlamentos es muy diferente a los que reflejan los medios de comunicación: en verdad hay diálogo, constantes conversaciones, aportaciones entre los diferentes partidos, pero esto, claro, es previo al debate público en el hemiciclo y no se traslada a la ciudadanía. Yo donde más he aprendido de mis compañeros de otras formaciones es en la cafetería, en reuniones informales y en los pasillos. Ahí sí que se dan debates ricos, respetusos, y productivos.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  5. Creo que las fuerzas mayoritarias ya tienen una fuerza y un poder de decisión acorde con la representatividad que se desprende en las urnas. Ejemplos como la resolución del Estatut, las licencias aeroportuarias o la financiación autonómica, dejan bien a las claras la verdadera influencia de los socios de gobierno minoritarios. Otra cosa sería dar crédito a las voces calamitosas de que España se hunde por entregar la llave de la gobernabilidad a rojos y catalanistas; nada más lejos de la realidad.
    Cambiar la ley electoral significaría borrar de un plumazo todas las sensibilidades minoritarias y sacarse de encima la posible representatividad que pudieran tener. ¿A alguien se le pasa por la cabeza que socialistas o peperos escucharían alguna argumentación no acorde con sus pensamientos si tuvieran garantizada una mayoría absoluta eterna? ¿O acaso no recordamos la vergonzante estrategia de Aznar, primero hablando catalán en la intimidad cuando necesitaba el apoyo para gobernar para después arremeter con furia ante cualquier ínfula nacionalista?

    ResponderEliminar
  6. Estoy con Baba en lo pernicioso de las mayorías absolutas y en la necesidad de los pactos con partidos de menor representación, ahí reside el juego y la riqueza democrática.

    ResponderEliminar
  7. Me explico:
    Yo, en lo que no estoy de acuerdo es en que un tipo, pongamos de CiU -que desde luego no son los míos- vote a su partido para que su formación, a posteriori, acabe beneficiando al PP. No es lógico ni fácil de entender. Caabrea, frustra y a la postre mueve a la abstención. Los pactos deberían ser previos, un elector está en todo su derecho de saber donde irá a parar su voto.
    Por ello hablaba del sistema alemán que intentaré clarificar econ un ejemplo.
    Dado el alto umbral de entrada de los partidos, estos tienden a unirse para tener garantías de éxito. Por ejemplo, en Catalunya se presentaría el Tripartito como coalición, con PSC ICV y ERC.
    En la jornada electoral, si esta es mi opción, yo votaría 2 veces. La primera al tripartito como bloque y la segunda a uno de los partidos que la integran.
    De esta forma, los resultados no solo reflejan las fuerzas ganadoras, sino que dictaminan tambien qué representatividad tendrá cada partido en cada una de éstas.
    Democracia y representación real.
    PD: Por cieto, Virginia, nos has dejado con la miel en la boca. Espero que nos cuentes algo más sobre tu experiencia política. Aquí somos unas chismosas de mucho cuidado.

    ResponderEliminar
  8. Recojo tu petición, Bernardo, y prometo un post al respecto en mi blog, a ver qué enfoque le doy para no herir sensibilidades y satisfacer vuestra sed de chismorreos...

    ResponderEliminar