viernes, 16 de junio de 2006

Oda a los últimos españoles

España vence a Ucrania por 4 a 0 en su primer partido en el Mundial de Alemania.

A la derecha le ha faltado tiempo para presentar este triunfo como una demostración palpable de que existe la raza española, en un momento en que tanto desafecto se la cuestiona.


Leyendo los editoriales de El Mundo o La Razón podría parecer que los verdaderos destinatarios de los goles de Aragonés fueron Carod-Rovira, Ibarretxe o el mismo Zapatero, ese que tiene el descaro de declararse seguidor de un equipo tan poco español como el FC Barcelona.

A esta exaltación de lo patrio hay que añadir el increíble atuendo de algunos de los que se lanzaron a festejar la zurra española a Ucraina., ya que amen de las lógicas banderas rojigualdas lucieron complementos tan sorprendentes como toros de Osborne, estoques de plástico y unos curiosos tocados que tanto parecían monteras taurinas como tricornios.

Cuestiones de indumentaria identitaria aparte –uno se identifica tanto con un traje de luces como con una barretina o un sombrero andaluz, o sea, nada – considero preocupante esta vinculación del orgullo español con la selección por dos motivos:


- Como apuesta es, cuando menos, arriesgada, si tenemos en cuenta nuestro historial futbolístico. ¿Qué ocurrirá si Brasil nos zurra un 7 a 0? En qué quedará nuestra casta? ¿Se extenderá el pesimismo por toda la piel de toro? ¿Podremos vivir con la lacra de el Mundo entero sepa que la Gran España fue sido derrotada por un grupo de morenos que hace cuatro días aun se quitaban el hambre en las favelas? ¿Será un triunfo de los nacionalistas excluyentes? ¿Dirá Acebes que ETA, Zapatero y Brasil comparten la misma hoja de ruta? Y ya no les cuento qué podría suceder si nuestros matadores fueran Tunez o Arabia Saudi
- Me parece demasiada responsabilidad atribuir la esencia de la patria a unos muchachos que nada tienen que ver con la política y que solo saben jugar a fútbol.

Centremos las cosas, celebremos los éxitos deportivos de nuestra selección, traguémonos los fracasos –estamos acostumbrados- y no extrapolemos los resultados a otras áreas.


Muy mal tiene que estar nuestro espíritu nacional si lo confiamos a una selección de fútbol

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